El día 25 de Abril del
2015, quedará ya para siempre grabado en mi memoria, ese día viví en primera
persona un acontecimiento difícil de olvidar, la destrucción de un país al que
yo amo por su fascinante belleza y la nobleza de sus gentes.
Me encontraba en Nepal por
una buena y satisfactoria causa. Mi amigo Juanjo Rodríguez de San Sebastián de
los Reyes, me había invitado a acompañarle y compartir la alegría que
representaba el hecho de poder ayudar a aquella gente lejana, en la
inauguración de un proyecto para la construcción de un espacio polivalente en
el que los niños pudieran practicar todo tipo de deportes.
El 22 estábamos en
Katmandú paseando plácidamente (es un decir) entre el habitual caos y la
contaminación a que sus habitantes y las hordas de turistas están
acostumbrándose sin remedio.
Disfrutamos de toda la
belleza que el Valle de Katmandú nos ofrecía, paseamos por sus calles, el
típico y laberíntico barrio de Thamel, saludamos a amigos de las calles y otros
con los que habíamos compartido viajes anteriores. Visitamos un monasterio
situado a escasos kilómetros de Backtapur y después decidimos acercarnos hasta
esta población y comer en un restaurante muy conocido por nosotros situado en
la propia Durbar Square de esta hermosa y exótica urbe.
Mientras mi amigo ascendía
hasta lo alto del templo principal de aquella magnifica plaza, yo decidí
tomarme una cerveza Everest bien fresca, desde mi lugar privilegiado hice una
foto a mi amigo mientras trepaba por las escaleras y la envié a todos mis
amigos por Instagram. No podía imaginarme que 48 horas más tarde aquel bello
monumento se derrumbaría atrapando en sus ruinas a todos los osados turistas
que estaban contemplando su belleza.
Al día siguiente nos
desplazamos a Bhimpedi una población situada a unos 50 Kms. de la capital. A
pesar de la poca distancia que nos separaba, aquel trayecto nos llevaría más de
3 horas, pues el mal estado de la carretera, la estrechez, las curvas y los
empinados collados que debíamos superar hacían el desplazamiento muy lento y peligroso.
Cuando llegamos a la
última curva antes de descender hasta el valle hicimos un alto en el camino
para contemplar el asombroso paisaje, las montañas y la aldea que resaltaba
hermosa en lo alto de una colina. También pudimos ver la pista multideportiva
situada a unos 500 metros de la población que con su color azul y el bullicio
de los niños que la llenaban parecía un gran estadio deportivo digno de los
mejores jugadores de la liga americana de baloncesto.
Aquella visión nos llenó
de alegría a todos los que bajamos del todoterreno que nos había trasladado
hasta allí, especialmente Juanjo verdadero artífice de que aquel proyecto
hubiera llagado a feliz término, estaba radiante de felicidad, era consciente
que aquel sueño que persiguió durante tanto tiempo, ahora lo veía por fin
realizado.
Continuará...
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